Un minorista alemán llamado Waldermar Julsrud en 1945 tras unas fuertes lluvias descubrió unas piezas de cerámicas que habían sido desenterradas en una pequeña ciudad a unos 300 Km al noroeste de México DF, ciudad llamada Acámbaro, de unos 50.000 habitantes.
En el lugar donde aparecieron estos restos y con la ayuda de unos amigos y un grupo de obreros, comenzaron a excavar por si encontraban algún resto más ya que el lugar prometía ser algo revelador.
Durante siete años, se encontraron cerca de 35.000 objetos de cerámica, aunque existían figuras humanas, y otras formas, el mayor número de ellas representaba a unos seres monstruosos, los cuales nos recuerdan a los extintos dinosaurios, animales que desaparecieron hace decenas de millones de años.
Imagen que nos recuerdan a los extintos dinosaurios.
Además, se localizaron en zonas cercanas, varios cráneos humanospero con dolicocefalismo, cráneo de forma ovalada, un cráneo de mamut y algunos dientes de un caballo desaparecido en el pleistoceno.
La mayor parte de las figuras descubiertas correspondían a dinosaurios y a animales ancestrales desconocidos, a reptiles, grandes y pequeños que daban la sensación de estar domesticados, eran como mascotas ya que aparecían junto a formas humanas. Grandes monos y primates, representaciones de actos de zoofilia con reptiles, divinidades desconocidas, y utensilios de la vida cotidiana, aunque no eran funcionales, eran representaciones, hechos con una función decorativa.
Este conjunto de figuras es una de las más misteriosas encontradas de todos los tiempos, comparables por ejemplo a los objetos coleccionados por el Padre Crespi, objetos y planchas regaladas por el pueblo Jíbaro, halladas en Ecuador supuestamente procedente de las cuevas de Tayos. Estas figuras y objetos de Crespi poseían un increíble parecido a las figuras y objetos de origen mesopotámicos o sumerios, lo cual tumbaba las bases de la arqueología tradicional sobre el origen de la humanidad, ya que los objetos procedían de zonas muy lejanas entre sí.
Imagen de mujeres con sus “domesticados” reptiles.
Regresando al tema, estas piezas o figuras de dinosaurios tenían la particularidad que no existía ninguna igual, todas eran diferentes, no habían sido fabricadas en serie ni bajo ningún patrón si no que eran totalmente genuinas y dispares. La mayoría de ellas fueron expoliadas y vendidas en el mercado negro.
A parte de las figuras de estos reptiles, aparecieron más objetos los cuales no encajaban e incluso no han sido clasificados ni encuadrados cronológicamente en ninguna civilización conocida. La localización era una zona muy limitada, muy cercada, como si hubieran sido fabricadas por un pueblo pequeño o civilización y enterradas superficialmente para ser encontradas con facilidad.
Expertos negaron que fueran auténticas ya que no encajaban en ninguna cultura mesoamericana conocida y dudaron de su autenticidad.
Figuras encontradas y apiladas de increíbles formas.
Debido a que estaban construidas con arcilla, la datación era mucho más difícil y se realizaron varios tipos de análisis. Las primeras pruebas se hicieron sobre trozos de materiales orgánicos, como hojas, raíces, las cuales estaban incrustadas formando parte de las estatuillas, se hicieron con carbono 14, llegándose a la conclusión de que tenían una antigüedad de 2.500 años.
En 1954, el Doctor Noguera intentó desmontar aquellos hallazgos y demostrar la falsedad de aquellas figuras ya que, según él, se conservaban extraordinariamente bien, aunque no demostró mucho más.
Waldermar Julsrud, su descubridor, divulgó la descabellada teoría de que aquellas estatuillas podían pertenecer a la civilización avanzada de la Atlántida, lo cual no pudo demostrar. Para Waldermar las figuras eran de un templo azteca en Tenochtitlán y que habrían sido llevados allí por supervivientes de la Atlántida. Los aztecas durante la conquista española guardaron aquellas estatuillas para evitar ser robadas.
Increíble ser con cabeza alargada.
El doctor en historia Hapgood también sacó sus propias conclusiones, erudito en la arqueología e historia mesoamericana, opinaba que podría tener razón Waldermar. Para él la Atlántida había estado al descubierto hasta el 4000 a.C... Tenía la tesis de la existencia de una era de glaciación reciente, provocado por un movimiento de la corteza terrestre producida por la variación brusca del eje de rotación de la Tierra. Investigó in situ las figuritas, y estaba convencido de la autenticidad y que mostraban signos de la existencia de una civilización muy antigua y avanzada.
Analizó los trozos de raíces y material orgánico y estimó que aquellas figuras parecían tener una edad de casi 3.600 años.
Hapgood avanzó haciendo descubrimientos y excavaciones interesantes en la zona hasta que encontró una escalera antigua hacia las profundidades de la tierra, la cual estaba cubierta de material volcánico, nunca continuó con esta excavación ya que murió en 1980 y no sabemos si alguien continuó con su trabajo.
Imagen que representa una especie de primate que nos recuerda a las gárgolas.
El centro de Arqueología de ciencia, dató a las estatuillas entre 2.400 y 2.700 a.C. Curiosamente repitieron las pruebas una veintena de veces ya que no daban crédito a aquello. Usaron la técnica de la termoluminiscencia, técnica en la cual se calientan los objetos y dependiendo de la cantidad de luz que emitan se estima su edad siguiendo como referencia a unos patrones.
Las figuras existen y están datadas de hace mucho tiempo, y podrían ser imprescindibles para reescribir la historia americana, algunas están actualmente en el Museo de Acámbaro donde se pueden visitar.
Creo que estas figuras nos hacen pensar en tantas preguntas ¿Serán reales y milenarias? ¿Quién tuvo en aquella época la imaginación de crear estas figuras? ¿Acaso existían en ese momento? ¿Tú que piensas?
La entrada Acámbaro: ¿Estatuillas milenarias confirman que convivíamos con dinosaurios? se publicó primero en Mundo oculto.
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