Philip J. Corso (1915-1998), fue un ciudadano que prestó sus servicios al ejército de los Estados Unidos entre 1942 y 1963, ejerciendo la carrera militar y llegando al rango de Teniente Coronel.
Corso recibió instrucción adicional en la Escuela Militar de Inteligencia de Fort Riley, y desempeñó puestos importantes de autoridad, tanto en Estados Unidos, como en el extranjero, logrando 19 condecoraciones y trabajando directamente con el presidente Eisenhower.
En todo el mundo, pero especialmente en los Estados Unidos, una persona que ha servido a su país sin ninguna mancha en el expediente y siendo un ejemplo para todos sus conciudadanos, sus opiniones tienen mucha más credibilidad que la de cualquier otra persona. Y fue precisamente esta conjugación de datos la que causó tanto revuelo en la década de los 90s cuando Philip decidió contar públicamente lo que vivió en primera persona en el caso más controvertido de la historia de la ufología: Roswell.
En 1947, Philip trabajó en el caso Roswell en la base de Kansas, donde los militares atesoraron los restos de lo que se decía era un platillo volante. De hecho, había hasta 5 camiones procedentes de Roswell con material diverso, los cuales se le asignaron a Philip su investigación tecnológica (y posterior ingeniería inversa). De hecho, se llegó a la conclusión de que la propia nave era más bien un dispositivo espacio temporal en el que sus ocupantes viajaban desde puntos remotos del universo, ya que carecía de motores al uso o sistemas de propulsión conocidos.
De sus estudios se obtuvieron grandes resultados que permitieron impulsar la tecnología existente con invenciones como la fibra óptica, los circuitos integrados, equipos de visión nocturna, fibras super resistentes como el Kevlar, etc. y muchos fueron depositadas a distintas empresas civiles como IBM, Hughes Aircraft, Bell Labs y Dow Corning.
A parte de toda esta tecnología, Philip tuvo en sus manos los restos de los ocupantes de dicha nave. Unos humanoides pequeños, de rasgos parecidos a lo que llamamos "grises", que yacían en unas cajas tipo ataud, completamente inertes.
Toda esta información Philip la dio a conocer a través del libro que publicó en 1997, The day after Roswell. El testimonio de Corso sacudió al mundo ese año y su libro registró uno de los mayores índices de venta, según informó el New York Times. Philip J. Corso hizo una carrera militar con asignaciones en la inteligencia militar y como asignado especial en el Pentágono bajo los ordenes del general Arthur Trudeau. Cualquier cosa denunciada por Philip cobraba mucha más relevancia solo por este simple hecho, más cuando no era la primera vez que alguien hablaba de lo ocurrido en Roswell.
Philip fue uno de los primeros en formar parte del Disclosure Project y colaborar en lo que él decía era la verdad que se había mantenido oculta por el gobierno estadounidense. ¿Qué ganaba Philip contando todo esto a sus 82 años? ¿Quién piensa que solo buscaba la fama o hacerse rico con un libro de tal repercusión? Quizás, y solo quizás, algunas personas sean honestas y quieran explicarnos una historia que ha sido encubierta por muchos años y alguien tenía que decirlo alto y claro. Gracias a testigos como el de Philip, el Disclosure Project empezó con fuerza sus andadas y hasta la fecha se le considera todo un testimonio del caso Roswell.
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