¿Sucede? Al parecer sí. O al menos eso refieren los testigos: pequeños vestidos de comunión, niños que surgen de la nada, recorriendo los pasillos de determinados edificios, ajenos a la mirada de terror de quienes los observan… estos son algunos de los casos más sobrecogedores.
Esteban Ruiz A.
A principios de 2015 surgió la noticia. En un centro de salud de Córdoba se estaban produciendo fenómenos extraños. Los trabajadores del CS Castilla del Pino de Córdoba, que fue inaugurado en el verano de 2013, al parecer estaban siendo partícipes de unas experiencias verdaderamente extrañas. Y es que a los ya habituales golpes, bajadas bruscas de temperatura, o supuestos lamentos, se unía la aparición de dos presencias que, sinceramente, si son tal y como las describían los testigos, es para salir corriendo en dirección contraria.
Se trataría, primero, de una niña pequeña que vagaría por los pasillos del centro como si estuviese buscando algo o a alguien. Y también la de una anciana que se lamenta, deambulando entre sollozos.
El primero que dio la voz de alarma de los sucesos que se estaban manifestando fue un técnico de mantenimiento llamado David. Todo empezó cuando llevaba a cabo una prueba de legionela, y empezó a percibir, cada vez más cerca, los murmullos de alguien extraño que se le iba aproximando. Fue entonces cuando, atraído por los misteriosos susurros, descorrió una de las cortinas que más cerca tenía y descubrió que tras la misma había una pequeña vestida con un camisón.
El muchacho se quedó helado y salió de la estancia para buscar ayuda, pero cuando regresaron la niña ya no estaba. Pues bien, esta, llamémosle así, aparición, se ha manifestado en más de una ocasión, e incluso ha llegado a interactuar con los testigos, gritándoles, al parecer, que la sacaran de allí. Con todos estos antecedentes hasta allí se desplazaron varios investigadores ya veteranos, como el catedrático José Luis Hermida, el psicólogo Francisco Gallardo, o el investigador José Ortiz, y aseguraron que en sus años de investigación nunca se habían encontrado un suceso “de este calado” en Córdoba.
El propio Hermida declaró a ABC que “es habitual que los grifos se abran solos en la zona de quirófanos, que surjan de repente corrientes de aire inesperadas, o que se perciban fuertes portazos en la zona donde se encuentran las instalaciones de seguridad”.
Para el psicólogo del grupo los testigos no mentían. Otra cosa es que estuviesen interpretando a su modo los sucesos que allí se producían; pero decir la verdad, la estaban diciendo.
EL NIÑO ESPECTRAL DEL AYUNTAMIENTO DE JAÉN
15 de septiembre de 2012, Diario Jaén. El redactor Rafael Abolafia se hacía eco de una noticia que, si bien es cierto que no sorprendió demasiado a los habitantes de la capital jienense, sí llamó la atención por la “calidad” de los protagonistas.
Todo había ocurrido días antes, a finales de agosto, cuando el ayuntamiento de la localidad estaba regido por el concejal de urbanismo Francisco J. Márquez, que por esas fechas ejercía de alcalde en funciones. Y así se lo narró el propio Márquez al periodista, imagino que ante su más que evidente sorpresa: “Estábamos charlando de diferentes temas y salió en la conversación un suceso que tuvo lugar estando él en la alcaldía… Estaba sentado en el despacho cuando se personaron dos agentes que decían que iban a investigar una supuesta presencia de una aparición. Un espíritu, del cual había informado una limpiadora del edificio.
Él se quedó sorprendido pues no le habían informado de nada y dejó que los agentes estuvieran por las instalaciones realizando su labor”. Sus palabras, extraídas de una entrevista realizada por el fantástico investigador sevillano José Manuel García para Canal Sur, evidencian que no se trataba de una broma; los implicados en el caso eran gente lo suficientemente solvente como para pensar que ese día, y en ese pasillo, ocurrió algo extraño.
La noticia de la pequeña “silueta diminuta y transparente, ataviada con un traje de comunión y que pasea por los pasillos de la casa de todos”, un edificio de finales del siglo XIX, antiguo palacio de Montemar, no tardó en llegar a las redacciones de medios nacionales, y fueron muchos los que por aquellos días se acercaron a la capital del Santo Reino para determinar lo que estaba ocurriendo. Incluso el propio alcalde en funciones hizo sus pesquisas, intentando saber qué había detrás del curioso fenómeno. Y fue entonces cuando conoció de primera mano que los trabajadores del lugar, especialmente los más veteranos, ya hablaban de las misteriosas apariciones de un niño, no sólo en el ayuntamiento, sino también en la catedral que se encuentra enfrente del consistorio –ver cuadro–.
Ahora bien, ¿qué se encontró la policía al acudir a la llamada de auxilio de la empleada? El propio Bautista entró en contacto con la Jefatura de la Policía Local de Jaén que, primero, afirmaba que no se tenía “constancia de ninguna investigación oficial o abierta en las dependencias municipales por el motivo consultado”, y segundo, que “un coche se acercó allí porque había alguien de la limpieza con un ataque de pánico que había visto a un niño vestido de comunión por un pasillo y en una de las salas, y llamó a la policía, pero no se abrió ningún parte al respecto; fueron más que nada para calmar los ánimos y por curiosidad”. Fue tal el miedo, el no saber cómo reaccionar ante un suceso de estas características, lo que provocó, tal y como afirmarían poco después varios familiares de la limpiadora, que la mujer no quisiese ni tan siquiera “hablar del tema del fantasma.
Sólo nombrarle aquel día se pone muy nerviosa. Era por la tarde y ella estaba en una de las salas del Ayuntamiento cuando le pareció ver pasar a un niño; bueno, es de ese tipo de visiones por el rabillo del ojo que te parece pero que dejas estar. Salió para fuera y sintió pasos en el pasillo, al girarse lo que vio fue un niño de unos ocho años, pálido, de un metro y pico, peinado antiguo, pálido y vestido de comunión. Ella se quedó helada y luego tuvo un ataque de nervios. Teniendo el teléfono a mano lo que hizo fue llamar a laLocal para que fueran para allá”.Y ahí quedó el asunto… o no.
EL FANTASMA DEL MERCADO DE TRIANA
¡Qué lugar! Son muchas las ocasiones en las que he recorrido este entorno, tan alegre de día como tenebroso caída la noche. Y es que quienes compran alimentos o tapean felices en la planta que se abre a la calle Castilla, no conocen que bajo sus pies se oculta una de esas historias que jamás se debería haber producido. Los cimientos del célebre mercado están nutridos de sufrimiento, de dolor y de muerte, de esa que se agarra con fuerza a la piedra y que en ocasiones, cuando pulsamos el resorte inadecuado de manera inconsciente, parece manifestarse para que no olvidemos, para que seamos conscientes de que historias como ésta no se han de volver a producir. Y es que el mercado de Triana se alza sobre las ruinas del viejo castillo de San Jorge, del siglo XV, que además, tres siglos antes ya fue atalaya árabe, a la que se accedía a través de un puente de barcas que atravesaba el río de un margen a otro. Hoy día el extraordinario museo que se ha levantado en el lugar nos permite hacernos a la idea de lo que hubo de ser un enclave consagrado al dolor. Porque en sus estancias fueron encarcelados decenas, cientos de personas. Especialmente en el tiempo en el que se convirtió en Casa de la Inquisición. Fue entonces cuando lo reos sufrieron lo indecible, apresados en cubículos de apenas dos metros cuadrados, atendiendo al horror que provoca la oscuridad constante, a las crecidas del río que hicieron que muchos, lejos de purificar su alma entre las llamas del auto de fe, sucumbieran ahogados o víctimas de las enfermedades.
Y ese dolor concentrado parece haber encontrado una rendija por la que colarse en nuestro presente. Por eso, los testigos, en especial quienes más saben de lo que sucede durante la noche, refieren fuertes golpes en los muros de la planta superior, cadenas que parecen mecerse con violencia, como si alguien, encadenado por los siglos, intentase escapar de su prisión, e incluso las cámaras que monitorizan el lugar han detectado la presencia de alguien, siempre de madrugada. Eleázar Álvarez, encargado de la empresa de seguridad Astarté Custodia, que trabaja en el mercado, y cuyas oficinas se encuentran dentro del mismo reciento, ha asegurado a los compañeros del diario ABC de Sevilla que “hay veces que en la pantalla del ordenador, donde nos aparecen las imágenes que emiten las cámaras de seguridad, de noche suelen tener un punto de color verde que indica que no hay movimiento. Sin embargo, en ocasiones, en alguna de ellas el color varía a rojo, y eso indica que sí hay presencia o movimiento. Y en la pantalla, con los infrarrojos, no aparece nada ni nadie”, como si alguien invisible estuviese jugando con la tecnología. Alguien que varias mujeres de la limpieza han llegado a ver. Se trata de una niña que se pasea por la zona de la cúpula de cristal, de blanco y con su vestidito hecho harapos. Su visión, y los fenómenos que parecen acompañarla, han provocado, tal y como afirma otro de los socios de la empresa de seguridad, Juan Manuel Guerrero, que haya compañeros que no han “aguantado el turno de noche y han dejado el trabajo. Incluso un empleado se salió a la calle, puso una silla, y esperó ahí toda la noche hasta que amaneció”. El tono de ambos es de sano escepticismo; es fundamental para seguir trabajando en un lugar en el que no todos los sonidos que se producen son explicables, o no todas las deficiencias técnicas se pueden racionalizar.
En otras ocasiones, varios compañeros “han oído golpes en la pared, en la entrada al Museo del Castillo de San Jorge, y han tenido tanto miedo que ni siquiera podían ir al baño”. ¿Sugestión? Es posible, pero de momento, que sepamos, el frío ojo de la lente de una cámara de seguridad no entiende de sensaciones. Lo que no es óbice para que en momentos puntuales se erice el bello al escuchar testimonios como el de Antonio Miranda, que un día de Todos los Santos afirmó haber visto algo que en cierto modo aumenta la leyenda encantada del mercado de Triana: “Era como una niña vestida de blanco, de comunión, y jugaba en una de las calles del mercado”.
NACHITO, UN SALTO A NORTEAMÉRICA
Nachito, a decir de los testigos, se pasea desde hace décadas por el cementerio-panteón de Belén, en el centro de Guadalajara (México), cuyo valor histórico es tal que cuenta con la protección del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y está reglado como Tesoro Arquitectónico Nacional. Y no sólo eso; es que además allí se encuentra la tumba del pequeño, sobre la que siempre hay flores frescas… La historia que da pie a esta leyenda no es menos siniestra. Los comienzos los encontramos en el llamado año del hambre, de 1785 y 1786, cuando la ciudad se vio asolada por una terrible hambruna que se llevó por delante a demasiada gente. Los cadáveres se repartían por las calles, delgados, muertos de hambre. Los cementerios se vieron saturados de difuntos, por lo que el obispo fray Antonio Alcalde ordenó la construcción de un camposanto junto al hospital. Esta orden se dio en 1792, y por una serie de vicisitudes que no vienen al caso, no se terminó hasta julio de 1843, cuando al fin fue inaugurado con el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe, más tarde Belén y Santa Paula, para finalmente quedarse con el actual Panteón de Belén. Pues bien, es en ese periodo cuando comienzan a producirse fenómenos extraños, que acaban por dar una fama tremenda a uno de estos supuestos fantasmas: el de un niño llamado Nachito.
Pero, ¿quién es este Nachito? En el libroFantasmas, la otra realidad se afirma que “Ignacio Torres Altamirano nació el 24 de mayo de 1881. Se dice que al nacer, el médico que atendió el parto, quedó aterrado al ver que el niño lloraba cuando se quedaba en la oscuridad. El padre de Nachito ordenó colocarle lámparas de aceite alrededor de su cuna, las cuales debían estar encendidas toda la noche. Un descuido hizo que los sirvientes olvidaran agregarle aceite a las lámparas, haciendo que éstas se apagaran durante la madrugada. El niño despertó y al darse cuenta que estaba en plena oscuridad, murió a causa del terror que sintió”. La cuestión es que una vez fue enterrado, apenas transcurridas 24 horas, el sepulturero se quedó helado al comprobar que alguien había desenterrado el ataúd. Asustado, devolvió la caja a su agujero, pero un día después comprobó que de nuevo había sido desenterrado. Y así durante dos semanas…
Los responsables del cementerio hicieron saber a los familiares de Nachito lo que estaba ocurriendo, y éstos decidieron dejar el féretro en el exterior, iluminado por cuatro antorchas que no deben apagarse jamás. El motivo es sencillo: los familiares determinaron que el miedo de Nachito a la oscuridad no cesó ni después de muerto…
Continuaba el citado libro relatando que “a partir de este momento, surge la leyenda de que en el Panteón de Belén se aparece el fantasma de Nachito. Los panteoneros dicen haberlo visto, así como los guías de turistas –éstos con mayor razón– al igual que los pseudo investigadores de lo paranormal, han aprovechado esta leyenda para hacer sus fraudes y montajes”. Montaje o no, lo cierto es que los testigos se cuentan por decenas, y conforme se acerca la Navidad parece que aumentan. Primero porque son más los que deciden visitar su tumba y dejar una enorme cantidad de muñecos sobre la misma. Y segundo, porque la tradición asegura que sale a pasear durante la noche, buscando a alguien entre lamentos que le dé dulces, como niño que es. Lamentos que han sido grabados en otras ocasiones a través de grabadoras digitales, en las que se pueden escuchar voces muy sugestivas. Y todo ello junto a una tumba que siempre está iluminada…
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